Somos tierra que anda, en la visión de Rita Segato, es la figura metafórica para decir que cada una de las personas encarnamos la tierra que nos vio nacer, que nos alimentó con sus minerales, con su vegetación, su clima, su paisaje y que se representa en el lenguaje; en las maneras de amar, de organizarse y la manera de comprender la realidad y movernos en el mundo. Esta visión es común para todos los pueblos, pero su cruce con el poder y el ordenamiento de la colonialidad nos coloca en diferentes lugares de la hegemonía o de la subalternidad.

El pasado 19, 20 y 21 de octubre del 2018 se llevó a cabo en la Ciudad de Barcelona el IV Encuentro Mujeres Migrantes: Ciudadanía y participación de las mujeres migrantes y refugiadas, organizado por las compas de la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en España.

Allí nos encontramos un gran grupo de mujeres hijas de nuestra Abya Yala y de nuestra hermana África. Parecíamos una mazorca de maíz de muchos colores: diversas, poderosas, amorosas, pero sobre todo resistentes.

En cada uno de nuestros rostros podíamos reconocernos en nuestro ser migrantes, cada una desde su propia experiencia podía reconocerse en la otra. Y esto, a pesar de ser un hecho hermoso, no deja de doler, por que nos recuerda que ese-este sistema racista y patriarcal presente en todas las esferas de la vida nos coloca a todas en la diana de la discriminación. Duele porque somos comunidad y lo que le pasa a una nos pasa a todas.

Pero este ser “todas” va más allá de la mera consigna, porque “todas” significa que todas sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de racismo; de violencia institucional racista; de prácticas cotidianas de la discriminación con los comentarios en el metro, en la cola de la compra, las miradas de sospecha; todas sabemos cuál es la ruta del calvario de “los papeles”; sabemos que, aunque una migrante sea blanca cuando habla se le acaba el privilegio de la melanina; sabemos que la precariedad laboral se materializa y profundiza en los cuerpos de las mujeres migrantes, conocemos sus rostros porque la vemos en el espejo cada día.

En este contexto que nos desafía nos juntamos para reivindicar nuestra participación política, nuestra manera de hacer política de lo cotidiano germinando esta “otra” cultura (ajena y propia a la vez) con nuestros saberes ancestrales, con nuestros conocimientos (académicos o no) y con nuestra sola presencia. Nos juntamos para tejer en comunidad los hilos de la historia interpelando a esta sociedad con nuestras ganas de cambiarlo todo,  de tener una vida libre de discriminación y por nuestro derecho a estar en todos los espacios.

En este encuentro hemos compartido nuestros sentires y nuestras experiencias para tejer juntas nuestras estrategias de resistencia ante el racismo y machismo diarios, y de incidencia frente a la colonialidad y al patriarcado estructurales. Hemos puesto en común nuestros deseos de transformar esta realidad cada una desde su lugar de enunciación y haciendo propia esa agenda de lucha colectiva que sale del encuentro, la cual no me corresponde a mí hacer pública.

Sin embargo, hay algunas claves con las que me voy de este encuentro y que me gustaría compartir:

  • Hacer de nuestras alianzas, complicidad y solidaridad un horizonte político.
  • Las mujeres migrantes somos sujetas políticas con agenda propia y en alianza con otras. Que en sí misma es una agenda crítica contra todas las opresiones.
  • Que los contextos de hoy están marcados por muchas fronteras y por la interseccionalidad de las opresiones para todas las mujeres, que se radicalizan para las mujeres migrantes. Y que debemos asegurar que esto esté contemplado en la agenda feminista.
  • Las mujeres migrantes tenemos nuestros propios discursos y narrativas y por tanto no necesitamos intérpretes, sino espacios propios para enunciarnos, reivindicarnos y ejercer nuestra participación política en todos los espacios.

Sé que no puedo hablar por nadie, no lo pretendo, pero también sé que estas palabras no son solo mías, son el fruto de un hecho colectivo, de habernos encontrado y compartido, son la continuación de lo que nos enseñaron las abuelas cuando nos contaban que el conocimiento se construye en comunidad.

Padiush* compañeras, migrantes somos y en el camino andamos.

*Padiush significa gracias en nahuat, uno de los idiomas originarios de El Salvador.

Marga Morales, Oficial de Programas de Calala Fondo de Mujeres y salvadoreña.