Presentamos el Informe de Violencias de Género en Línea en Barcelona

“Su novio difundió en Internet un vídeo sexual suyo. Ella acabó suicidándose. Ese vídeo continúa circulando por las redes”.

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Así fue como la jurista feminista Laia Serra nos hizo aterrizar ante el hecho de que la violencia de género en Internet es algo real, y que sus consecuencias se trasladan al plano físico. Tal y como dice Leila Nachawati, las ciberviolencias forman parte de un cotinuum de violencia patriarcal; “y así hay que abordarlas”, afirma. Y, para ello, los Estados deben reconocerla como violencia y aplicar los instrumentos internacionales de Derechos Humanos.

Así, la jornada “Ciberviolències i participació política de les dones” comenzó denunciando la inacción del gobierno del Estado español ante estas ciberviolencias y señalando el gran vacío jurídico que existe al respecto. No es hasta 2015 que se comienza a cuestionar si una situación de violencia digital realmente afecta a la vida cotidiana de una mujer.

Desde la perspectiva internacional, la protección online comenzó en 2006. Se ha tardado bastantes años en vincular los Derechos Humanos a la esfera digital, actualizándose esta legislación hace muy poco. Por su parte, América Latina ya se está abriendo camino a nivel legislativo, donde existen leyes de protección a las mujeres en línea.

Por todo ello, el 4 de diciembre, Laia Serra y la revista Pikara Magazine, con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, registraron en el Congreso, un informe sobre las violencias de género en línea en el que se incluyen una serie de recomendaciones al Gobierno. Por ejemplo, se pide la elaboración de una legislación específica, así como la reformulación de la ya existente relacionada con las violencias, además de adoptar medidas dirigidas a las plataformas intermediarias de internet, como las empresas propietarias de las redes sociales más utilizadas.

Las empresas que gestionan redes sociales también son responsables de las violencias. Facebook, Twitter, Gmail son grandes corporaciones del norte global con intereses lucrativos y privativos que reproducen dinámicas neoliberales de colonización, así como el sistema heteropatriarcal que expulsa la diversidad y constriñe la libertad de expresión de las mujeres.

Como resultado de este control privado de las redes, desde los inicios de Internet, siempre hubo feministas que querían sacar el mayor potencial a las posibilidades de comunicación y organización horizontal que ofrecían las redes.

Como bien explicó Cristina Fallarás, los medios tradicionales siempre han funcionado con una inversión de capital, unas jerarquías y unas verticalidades solo disponibles para los hombres. Y de repente, con las redes sociales tenemos una horizontalidad común construida desde el testimonio y no desde la abstracción y sin necesidad de capital. La violencia ya no es abstracta, sino que identificamos a los agresores (nuestras propias parejas y exparejas y machitrolles que parecen tener mucho más tiempo libre que nosotras para encima juntarse y crear discursos) y creamos una memoria colectiva. Y cuando ésta existe, es un arma que no tiene fin.

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¿Estrategias? Abstinencia de Internet no, ¡gracias!

Para construir estrategias colectivas, se necesitan identificar experiencias individuales de aquellas compañeras que sufren estas ciberviolencias. Las políticas, las periodistas, las youtubers, las activistas feministas destacadas, son un claro objetivo. Por ello se invitó a mujeres destacadas como Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, Miriam Hatibi, comunicadora feminista, Silvia Agüero, activista gitana, Alicia Murillo, activista feminista y a la periodista Cristina Fallarás, para que compartieran sus experiencias.

Todas ellas coincidieron en que denunciar  no es una opción válida, ni eficaz, ni eficiente, y que por lo tanto, hay que crear otras estrategias. Al respecto, Ada Colau resaltó la necesidad de que desde el movimiento feminista se consensúe un protocolo de mínimos para actuar frente a estas ciberviolencias. Cristina Fallarás, por su parte, recalcaba que las “estrategias” las crean ellos para atacarnos, y que nosotras contamos con la verdad de los testimonios.

Ignorar, contestar, aprovechar el tirón para viralizar contenido relevante, ¿o tal vez ironía y buen humor? Lo que sí estuvieron de acuerdo es que los espacios seguros y de afinidad, tanto dentro como fuera del activismo son claves para poder compartir estas emociones. Al respecto, Miriam Hatibi recalca la importancia de decir que estas cosas nos afectan para poder reflexionar individual y colectivamente y hacerles frente.

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Por su parte, Silvia Agüero insta a gitanizar el feminismo: “que cuando nos toquen a una, salgamos las “cuatrocientas primas”, para que no vuelvan a decir que estamos dividiendo la lucha feminista. “Lo que estamos haciendo es identificar a nuestro único agresor, y es el sistema patriarcal en forma de macho-payo-blanco-antigitano-lesbófobo-homófobo, cis, etc.”.

Silvia habla de sus estrategias partiendo de que el pueblo gitano lleva 600 años resistiendo a un Estado español que ha hecho más de 200 leyes antigitanas. De esta forma, utiliza la ironía y el humor para hacerles frente, al mismo tiempo que destaca la falta de originalidad de los ataques que recibe. Sin embargo, no puede luego sentir miedo cuando recibe mensajes que afirman que “El Holocausto se quedó corto”.

Finalmente, Alicia Murillo afirma que su labor no es discutir, ni educar por las redes, que para eso “bastante tiene con sus hijos”, y que si quieren educarse, que le paguen por ello.

Y es que, autocensurarte, cerrarte la cuenta y callarte no acaba con estas violencias, sino que acaba reproduciendo el silencio en el que el sistema patriaracal nos quiere a las mujeres. ¡Las redes son nuestras!

Laura Rosillo, Calala Fondo de Mujeres